En el vasto rincón de los sentimientos, hay uno que perdura en la sombra del anhelo: el amor platónico. Ese sentimiento tierno y puro que nace en los recovecos del corazón, donde el alma se encuentra cautivada por la esencia de alguien que parece inalcanzable.
En el escenario de los sueños y la imaginación, el amor platónico cobra vida. Es una melodía silenciosa que el corazón compone con sus latidos, un poema que se escribe en cada mirada furtiva y en cada sonrisa esbozada en secreto. Es el susurro de un "te amo" que nunca encuentra sus labios, pero que resuena en el eco de cada pensamiento.
El amor platónico es como una estrella fugaz que brilla en lo más alto del cielo nocturno, incitando a deseos y esperanzas. Es esa mano extendida hacia lo intangible, hacia lo que tal vez nunca será, pero que llena el alma con su misterio y su dulzura.
Cada palabra compartida, cada mensaje enviado, es como un fragmento de un poema inacabado que solo tú conoces. Cada gesto de atención, una melodía que solo resuena en tus oídos. Es un amor que vive en la imaginación, donde los momentos vividos en tu mente son tan reales como cualquier abrazo en la realidad.
A veces, el amor platónico es un faro que guía nuestros pasos, recordándonos la belleza de la admiración pura y el afecto sin condiciones. Es un amor que nos enseña a apreciar la magia de las emociones sin necesidad de posesiones, a valorar la luz que alguien proyecta en nuestras vidas aunque solo sea desde lejos.
En la encrucijada de lo real y lo imaginario, el amor platónico nos inspira a soñar con lo que podría ser y a encontrar la poesía en las pequeñas cosas. Porque en ese amor que florece en el corazón y se nutre en las sombras, encontramos una fuente inagotable de inspiración y ternura, una chispa que nos recuerda la profundidad y diversidad del amor en todas sus formas.
Entonces, dejemos que el amor platónico nos abrace con su encanto, que nos guíe con su luz. Porque en su delicade
